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Escenas

Carlos Arestivo IV 2018

Hacía mucho que no me sentía tan bien al lado de María, ese día estaba sentado a su lado, en el colectivo, que le llevaba a su trabajo en una ciudad cercana, tomados de la mano, sintiendo el calor de su cuerpo pegado al mío, hace rato no sentía una sensación de plenitud como entonces, estaba comenzando a quererla, así continuamos viajando callados, yo metido en mis pensamientos , ella seguramente en los suyos, los dos en silencio, un silencio que hablaba mucho, un silencio que me decían muchas cosas y un silencio que le decía a ella muchas cosas también, los minutos corrían y sentí una sensación de bienestar a su lado… de pronto, noté que ella frunce el ceño…se pone muy rígida, su mirada fija como con rabia, aparta sus manos de la mía, como molesta, se arregla pelo, pero no vuelve a tomarme la mano, sentí que el cuerpo de ella se ponía tenso…quedé preocupado, pero no dije nada, observé en silencio su inquietud … de pronto ella dijo…”no me gusta que me controles”…”vos me acompañas para controlarme”, yo no entendía nada, solo le dije…”yo solo quiero estar contigo, porque me siento muy bien a tu lado, …no tengo nada que controlar, siento un cariño muy grande”, ella respondió, “vos viniste para controlarme y eso no soporto”…quedé en silencio y sentí que algo se desgarraba dentro mío, sentí una amargura que invadía todo mi ser.

 

Sentí su cuerpo a mi lado rígido, su mirada fría, su rostro de rabia… Me invadió una profunda tristeza, me sentí… como un arquero al que le estaban por tirar un penal, mi cuerpo también se puso tenso como para detener el balón, me quedé en silencio, y sin pensar, sin pensar, me levanté, me fui por el pasillo del ómnibus y me bajé cuando este se detuvo.

 

El ómnibus siguió su camino, yo quedé mirándolo, no comprendí nada, mire al costado, caminé hacia un sendero rocoso, sin árboles, no se veía a nadie, y caminé y caminé y seguí caminando, caminé mucho, confuso, con mucho pesar, como si hubiera llenado mi mochila de amargura y tristeza, seguí caminando , mi cuerpo estaba molido, cansado, pesado, oscurecía ya, sin darme cuenta había caminado casi tres horas, había un tronco tirado y me senté, allí… y con mis manos tomando mi cabeza, como tratando de entender lo que estaba pasando… así quedé un buen rato… no… no pude atajar el penal… me levanté y me di cuenta que había llegado a la periferia de un pueblo, había un camino, había casas, gente que caminaba, un perro que merodeaba, miré atrás, vi el campo desolado, y el tronco estaba allí, al levantarme sentí que en el tronco se había quedado una parte mía, como la caparazón seca de una cigarra, poco a poco me sentí aliviado, parecía que me había despojado de esa pesada mochila, de repente me sentí bien, con energías de nuevo y retomé ese nuevo camino lleno de árboles, lleno de vida y volví a caminar… pensé, qué hubiera pasado si atajaba el penal, si todo volvía a arreglarse con ella… me di cuenta y me alegré que no me haya esforzado en atajarlo, seguí caminando y agradecí a la vida porque me enseñó que no se puede amar si no te aman.

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